diumenge, 29 de març del 2009


LUNA LUNITA

- ¡Mira que cerco tan lindo tiene hoy la luna madre¡
- Es su corona de plata.
- y quien se la dio.
- Se la regalo un Elohim amigo suyo que vive en la vía Láctea
- ¿Y por qué se la regaló madre?
- Es una historia muy larga, que por larga y antigua es difícil recordarla
- ¡Por favor madre!, Intenta recordarla y cuéntamela. ¡Por favor!, cuéntamela madre
- ¡Está bien!, Espera que atice el fuego. La noche es muy fría y no es cosa de que la lumbre se apague y con el resplandor de las brasas hace que recordar sea más recordarla
- Hace mucho mucho tiempo, un día el Sol y la Luna cruzaron sus caminos por casualidad, fue sólo un instante, pero la Luna quedó tan prendada del Sol, que ya nunca lo pudo olvidar. Desde entonces ya no pudo dejar de pensar en volver a coincidir con él y en la manera de poderle enamorarle.
Dicen que todas las noches le esperaba muy guapa y acicalada en el camino donde un día coincidieron. Pero él, no pasaba por aquel lugar hasta bien entrada la madrugada. Y ella como buena doncella que era no podía acostarse mas tarde del alba, y así no había forma de coincidir y poder enamorarle.
Por esta razón estaba la Lunita tan preocupada, que fue a visitar a un Elohim amigo suyo que vivía en la vía láctea. Le contó sus penas y le pidió que la aconsejara. El Elohim, después de pensar un buen rato, se fue a la trastienda del cielo que allí tienen de todo, de lo mejor y más bueno, y apareció con una hermosa corona de plata. Se la dio y le dijo:
- Póntela en las noches claras, estarás tan bella que será imposible que el Sol no te vea.
La Luna muy contenta se fue a su casa, que queda más o menos entre la luz del ocaso y el lugar donde aparece el lucero del alba. Lavó su cara de nácar con agua de rocío que le dio un hada, se pintó labios y mejillas con el rojo dorado que tiene el cielo al caer la tarde, y llamó a sus amigas las estrellas, para que la ayudaran en la delicada tarea de ponerse la corona de plata.
Cuando asomó aquella noche, era tanta la luz que despedía que todo el mundo coincidió al decir que jamás habían visto noche tan clara. Se paseó por el cielo y todos la saludaban. Las estrellas la envidiaban, los luceros la piropeaban y las estrellas fugaces aminoraban su paso para poder admirarla.
Se paseó toda la noche y muy cansada la sorprendió el alba, pero el Sol, el muy ladino no llegó hasta muy entrada la mañana. Y no llegaron a encontrarse.
Y decían que la vieron llorar cuando ya amaneciendo no vio al sol llegar. Las lagrimas que derramaba al rodar por su cara de nácar, se convertían en perlas que caían al mar.
Tanto y tanto lloró que jamás había tenido tantas perlas el mar. El rey Neptuno sorprendido por semejante caudal asomó su cara por encima de las aguas del mar i le pregunto a la luna.
- Luna, lunita ¿cual es tu pesar? que no dejaba de llorar.
Ella le contó al Reí de los mares, que con el sol se quería casar pero como no coincidían, y así jamás le podría enamorar.
El gran rey Neptuno, frunció el ceño y empezó a pensar en que manera la podía ayudar. Volvió a sumergirse en las aguas y se fue al gran palacio que tiene en lo más profundo del mar. Allí, y de forma muy urgente, a todas las sirenas mandó llamar. Pensó que como ellas son expertas en el arte de enamorar, seguro que a la pobre lunita podrían ayudar.
Llegaron todas muy deprisa, montadas en sus caballitos de mar, y Neptuno las puso al corriente de la lunita él pesar.
La más bella de todas, que era también la más sabia y la que mandaba más dijo:
- ¡Imposible enamorarle si no llegan a encontrarse!
Todas estuvieron de acuerdo y empezaron a pensar en como conseguir que el sol y la luna se llegaran a encontrar.
Al fin, y después de mucho pensar, una de ellas dijo:
-¡Ya está!, Llamaremos a la Primavera que cuando ella viene el Sol madruga mucho más y así con la luna se podrán encontrar.
Se apresuraron a llamaron a la Primavera que estaba en Madagascar, en la boda de una prima suya que también es prima de la aurora boreal. Le mandaron un telegrama con una estrella fugaz.
La Primavera llegó presta dispuesta a la Lunita ayudar, sus amigas las sirenas la pusieron al corriente de su bien urdido plan. Ella tenía que pedirle al Sol que madrugara más, y así, coincidirían con la Luna i esta le podría enamorar.
La Primavera muy amablemente, al Sol presta fue a visitar:
- ¡Hola querido!. Que tal estas como estas, como cada año te vengo a pedir que me ayudes con tu calor para que las semillas de las mil y una flor que traigo puedan fructificar.
El Sol se extraño un poco de lo adelantada que venia la primavera pero nada pregunto porque a los deseos de la Primavera él jamas discutía y simplemente asintió, No obstante ella insistió:
- Ya sabes que para esa tarea tienes que madrugar, ¡no me vayas a fallar ¡¡
Después fue a comunicar a sus amigas las sirenas que el encargo ya había cumplido, y sus amigas a la vez le comunicaron a la Luna que ya estaba en marcha el plan. Le dijeron que se pusiera muy guapa y al Sol fuera a esperar.
Ella se puso tan contenta que empezó a soñar despierta:
- ¡Ay cuando el Sol me vea!, Podré enamorarle y me pedirá que con él me case. Entonces seré la novia más bonita que jamás haya visto nadie. Con mi corona de plata envuelta en tules de bruma adornado con perlas que el rocío ira poniendo una por una…Serán las estrellas las damas, los luceros los pajes, acudirán a la boda Elohims Delfos y hadas. El padrino de boda será el lucero del alba, y si las mando llamar, seguro que también vendrán la Primavera y la aurora boreal.
Pero lo que se olvidaron de advertirle a la Luna fue que cuando el Sol madruga más, la noche es más corta y llega más pronto el alba. Ella con tanto soñar y soñar dejó el alba pasar y cuando se dio cuenta, era ya entrada la mañana el Sol ya había terminado la tarea que su amiga le encargara y había ido a echarse la siesta a la ladera de una montaña.
- ¡Ay Luna Lunita! ¿Qué fue lo que pasó? Le decían sus amigos enfadados ¡tanto esfuerzo y de nada sirvió! Ya no nos pidas mas ayuda por favor¡¡


- Y desde entonces, ella sueña y espera, y en noches claras como esta se pone su corona de plata esperando que el Sol la vea. Dicen que cada noche vuelve a llorar, cuando llega el alba y al Sol no ve llegar.
- ¿Y es por eso madre que siempre tiene perlas el mar.
- Si hijo, las perlas son las lagrimas de la luna que no deja de llorar
- Pero ¿por qué escogió al orgulloso Sol madre?
- Dicen que se enamoró de su luz cálida y brillante, tan distinta de la suya fría y pálida.
- Pero la luz del Sol es tan fuerte que daña los ojos de quien se atreve mirarle, y su calor es tal, que si te acercas te abrasa.
- Sí, pero ella no lo sabe, y por las noches, cuando la envuelven el frío y la oscuridad, sueña con la luz y el calor que el Sol le podría dar, y ahora a la cama que es muy tarde ya.
Ya en su alcoba María se asoma ala ventana i con la luna empieza a hablar.
- ¡Ay Luna Lunita! Con el Sol no te puedes casar. Olvida su luz que ciega al mirar, y su calor que quemaría tu carita blanca. Sigue donde estás, luciendo tu corona en las noches claras. Que aunque tu no lo sabes, hay quien de ti se enamora tan solo mirarte, de tu cara limpia de color de nácar, de tu luz pálida, que no daña los ojos de quien quiera mirarla. Olvida ya al Sol, busca la Luz y el calor en el lucero del alba y en la aurora boreal. Ellos son tus amigos y jamás te dañaran.
- ! Luna¡ lunita!, Ya no llores más aunque así se quede sin perlas el mar.
- ¿Qué haces en la ventana Juan? ¡Anda vete a la cama!.
- Estaba hablando con a la Luna madre. La quería consolar.























· 5-

dissabte, 28 de març del 2009

La canción de María

-¡Que a gusto se está en el río!, pensó María, mirando sus pies desnudos dentro del agua. El agua clara y fresca al correr entre los dedos de sus pies le producía unas cosquillitas que le llegaban hasta el lugar de la barriguita donde se esconde la risa. Y cuando las cosquillas llegan a este lugar, la risa ya no se puede aguantar y entonces sale a borbotones de forma que no se puede parar. Así que María se rió, mucho y muy fuerte, aprovechando que allí en el río nadie la mandaría callar como pasaba en la escuela, allí todo se tiene que hacer muy despacito y en silencio, y claro, reír despacio y en silencio le parecía muy difícil y aburrido. Por estas y otras cosas a María, no le gustaba demasiado ir a la escuela, prefería irse al río, allí tenía a sus amigos los pájaros, las ranas y las ardillas que no se enfadaban con ella aun que riera, bailara y cantara muy alto, por eso algunos días cuando las demás niñas entraban en clase ella se quedaba rezagada, se escondía detrás de cualquier esquina hasta que la maestra cerraba la puerta, entonces ella echaba a correr por el sendero que había detrás de la escuela, corría entre los arbustos que la ocultaban de ser vista desde las ventanas de las casas del pueblo, llegaba hasta el río, allí se sentía libre y la esperaban sus amigos con los cuales se sentía muy feliz. Por eso aquel día que como otros muchos, había sentido la llamada del río de una forma especial que no pudo resistir, se escabulló de la escuela y allí estaba tan a gusto, se quitó las sandalias, las tiró entre los juncos y se metió en el río. Las risas de María alborotaron a todos los pájaros, que se encontraban plácidamente en sus nidos, empezaron a desperezarse y saludarla, ¡hola¡ ¡hola! le gritaban desde todas partes. El ruiseñor que es el mejor amigo de María, a pesar de que la quiere mucho a veces la regaña, pero lo hace de una forma muy distinta a como lo hace la maestra, lo hace de una forma que no la molesta ni la asusta . - ¡Oye María, tu deberías estar en la escuela! -le dice intentando mostrarse serio - ¡No me digas que hoy tampoco piensas ir! -. María baja la cabeza muy ocupada mirando el agua que corre entre los dedos de sus pies. -¡María!, ¡eh!, ¡te estoy hablando! -Hoy no voy a la escuela- responde María muy seria – porque lo que hoy dan ya me lo sé y además, quiero que me enseñes a cantar tu canción. -¿Qué canción?-contesta el ruiseñor un poco enojado. -La que cantas siempre, la más bonita, la misma que canta el aire cuando pasa entre las ramas de los sauces, la que canta el río cuando salta entre los riscos y las cañas, esa es la que quiero que me enseñes, y así poder cantar contigo cuando tu la cantes. -Pero Maria -se queja el ruiseñor- debes ir a la escuela, no puedes faltar. - Mañana voy, pero hoy, ¡por favor!. Quiero que me enseñes a cantar. El ruiseñor como la quiere mucho, nada le puede negar. Sale de entre el ramaje, se posa en una rama muy cerca de ella y sus trinos empiezan a sonar. María es muy lista y aprende deprisa y pronto su voz con la del ruiseñor suenan a la par, la voz de María se integra al sonido del agua, del aire, sin interrumpir ni desafinar. En la sinfonía de aquella mañana de primavera su voz es un acorde más - Se hace tarde, María. Debes volver a casa. Si llegas tarde sabrán que no fuiste a la escuela- le dice un topo que sale de entre las cañas- Maria corre por el sendero. Corre y canta. Cuando llega a su casa su hermano ya llegó antes. - ¡¡Madre!!, María hoy no fue a la escuela, me lo dijo la maestra-dice el muchacho-Seguro que se fue al río como una zángana. - ¿Es cierto lo que dice tu hermano?–replica la madre-¿porqué haces esas cosas hija?, las niñas deben ir a la escuela. Allí aprendes cosas buenas, en el río, al contrario, nada aprendes. - Si madre, aprendo a cantar, escucha. Entonces María empieza a cantar la bonita canción que le a enseñado su amigo el ruiseñor, pero su madre está enfadada y su padre tampoco pone buena cara, la canción a pesar de su esfuerzo no suena como en el río, ella procura entonar, pero el rostro serio de su padre hace que su voz se quiebre y no logra que su canción suene melodiosa y dulce como en el río la hizo sonar. Al día siguiente en la escuela, después de una buena regañina, la maestra está seria y ceñuda con ella. Y es que claro, ella no quiere saber nada de canciones, ni de ruiseñores. La niña quiso explicarle, pero ella no entiende, ella sólo entiende de números, de ortografía y de reglas. - ¡Pobrecilla!- piensa María - me da pena, me la llevaría al río y seguro que entonces se daría cuenta de porqué algunas mañanas de primavera es mejor irse al río que quedarse encerrada en la escuela, si quisiera venir conmigo, seguro que luego estaría mucho mas risueña. Cuando termina la escuela, como el día es mas largo, todavía queda luz para estar en la calle, y mientras las demás niñas juegan en la plaza, María corre al río y busca a su amigo:
- ¡Ruiseñor!¡ruiseñor!. Amigo, debo aprender mejor la canción, porqué cuando llego a casa no suena igual que aquí contigo. Su amigo se posa en su hombro y empieza a sonar la melodía. Ya cae la tarde, el sol está bajo, la luz es ya parda, las aguas del río bajan tranquilas y mansas, la brisa es suave, todo está en calma. El ruiseñor a cambiado un poco las notas de la canción, para que suene en acorde con el caer de la tarde. Ruiseñor y María, cantan, cantan y cantan con tesón. Ya oscurece y la niña corre por el sendero, pero no puede evitar llegar tarde a casa. - ¡Que haremos con esta niña¡- dice la madre. María calla, recuerda la melodía y, ¡desearía cantarla!, pero el ceño fruncido de su madre le dice que no sonaría bien aunque lo intentara, baja la cabeza y engulle la cena sin decir palabra. Algún que otro novillo.Tardes de sábado, María va al río a cantar y junto con su amigo canta, canta y canta Ya paso algún tiempo, ahora María ya se atreve a cantar en casa, su madre ya no frunce el ceño y su padre al escucharla pone buena cara y dice:
- ¡Pues no esta mal lo que esta niña canta!. Si la mandáramos que aprendiera tal vez…. Pasaron los años, la niña creció y siguió cantando. Ahora ya no va a cantar al río, ahora canta en grandes teatros, donde la gente paga mucho dinero por el privilegio de poder escucharla. - ¡Que bien canta! Exclama la gente cuando embelesados van a escucharla. Su voz es como el murmullo de la fuente clara, suave como la brisa de la mañana, tal parece que hubiese sido un ruiseñor el que la enseñara. María los escucha, se sonríe y calla.